"La escritura perpetua" es un ensayo apasionado de Francisco Umbral, dedicado a César González-Ruano, su maestro en el arte del columnismo. Publicado en 1989 por Mapfre, este libro se adentra en la frustración que enfrenta un escritor cuando lucha por hallar su voz, su género o su tono distintivo. Umbral, un titán de la literatura española, con más de noventa libros y miles de artículos en su haber, explora la naturaleza intrínseca de la escritura como una forma de vida, una perpetuidad que va más allá de la mera producción literaria.
El autor destaca que, para él, escribir no es simplemente un acto de creación, sino una manera de existir. La literatura es su refugio, un mundo paralelo donde puede prolongar la inocencia de la infancia y escapar de los convencionalismos de la edad adulta. Esta perspectiva es evidente en sus obras más reconocidas, como "Memorias de un niño de derechas" y "Mortal y rosa", donde se palpa su repugnancia hacia las transacciones y superficialidades del mundo adulto.
Umbral no es un mero esteta. A través de su vasto repertorio, se convierte en cronista y memorialista de la España contemporánea, un narrador que recoge la tradición galdosiana de los Episodios Nacionales y ofrece una visión del devenir urbano del siglo XX. En su escritura, la realidad se transforma en un alarde verbal, en una acuñación de imágenes que perduran, permitiéndole vivir el mundo a través del prisma literario.
En "La escritura perpetua", Umbral no solo rinde homenaje a sus influencias, como Ramón Gómez de la Serna, sino que también reafirma su compromiso con la literatura como un acto de constante renovación personal. Para él, la escritura es su forma de no estar en el mundo, de evitar la frustración de una vida no vivida. A través de sus palabras, revive una y otra vez, haciendo de la literatura no solo un oficio, sino una manera de ser y de no perderse en la banalidad del día a día.
En definitiva, "La escritura perpetua" es una meditación sobre la escritura como vida y la vida como escritura, un testimonio de la pasión inextinguible de Umbral por las letras y su deseo de eternizarse a través de ellas. Es un recordatorio de que, para los verdaderos escritores, el mundo está ahí para ser capturado y transformado en la belleza del lenguaje escrito.