'Las confesiones de un pequeño filósofo' es la obra con la que Azorín cierra su trilogía autobiográfica, iniciada con 'La voluntad', donde explora la formación del intelectual y su lucha interna en un entorno adverso. José Martínez Ruiz, conocido como Azorín, nos lleva a través de esta novela a profundizar en los niveles más íntimos de la emoción humana, alejándose del simple relato anecdótico para sumergirnos en un universo introspectivo y sensorial.
El protagonista, un joven Azorín, nos invita a acompañarlo en sus años de formación en el Colegio de los Escolapios de Yecla, donde estuvo interno desde los siete hasta los quince años. Este periodo, lleno de contrastes, se convierte en el escenario ideal para que el autor explore el conflicto entre la acción y la contemplación. A través de sus ojos infantiles, percibimos la rigidez del ambiente escolar y el peso de las expectativas paternas, que le resultaban opresivas y poco inspiradoras.
Sin embargo, Azorín encuentra refugio y consuelo en las pequeñas cosas de su entorno: los viejos muebles, los muros desgastados, los jardines que lo rodean. Con una prosa magistral, nos hace partícipes de su descubrimiento de que incluso los objetos más insignificantes poseen alma. Esta revelación se convierte en un hilo conductor a lo largo de la novela, donde cada detalle cobra vida propia y se convierte en símbolo de la eternidad y la continuidad, temas recurrentes en su obra.
A través de 'Las confesiones de un pequeño filósofo', Azorín no solo nos ofrece un relato autobiográfico, sino también una reflexión profunda sobre el significado de la existencia y el valor de la memoria. La novela es una ventana al alma del autor, que con gran sensibilidad y maestría literaria, nos sumerge en un viaje emocional que trasciende las barreras del tiempo y el espacio. Esta obra no solo cierra una etapa literaria para Azorín, sino que también se erige como un testimonio de su contribución al renacimiento de la literatura española, siendo un exponente destacado de la Generación del 98.