En 'París', Azorín ofrece una íntima y evocadora crónica de su estancia en la capital francesa durante los turbulentos años de la Guerra Civil Española. Publicado en 1945, este volumen se presenta como un cautivador libro de memorias que encapsula la esencia nostálgica de un pasado que, a través del tamiz del recuerdo, se muestra embellecido y casi onírico. La obra es un mosaico de impresiones personales, tejidas con la delicadeza y el detallismo característicos del autor, quien observa el entorno con una paciencia minuciosa, casi reverente, para desvelar los secretos de la ciudad.
En su relato, Azorín nos transporta a los rincones menos convencionales de París, aquellos que escapan al ojo del turista apresurado. Cada capítulo, aparentemente autónomo, se despliega como una ventana a los pensamientos y emociones del autor mientras pasea por las calles parisinas, explora los jardines del Luxemburgo, y se adentra en los subterráneos del metro. Estas escenas se presentan con una exactitud casi fotográfica, desprovista de adornos innecesarios, donde la fantasía cede paso a una realidad observada con rigor y escrupulosidad.
Azorín logra capturar la esencia de París a través de episodios cotidianos, desde las melancólicas tardes otoñales en el Puente Nuevo hasta las reflexiones suscitadas por la vida en la Rue de Rivoli. En estos momentos, el autor no se deja seducir por el bullicio ni por lo efímero, sino que se adentra en la simplicidad de lo trivial, en esa cotidianidad sin artificios que otorga profundidad a la existencia urbana. A través de sus ojos, el lector descubre un París espiritual, un paisaje compuesto no solo por calles y plazas, sino también por las costumbres y los estados de ánimo que definen a sus habitantes.
La estructura del libro, aunque pueda parecer caprichosa en un primer momento, revela un meticuloso trabajo de composición, donde cada fragmento se inserta hábilmente en un panorama más amplio. Azorín nos ofrece un retrato de París que es tanto concreto como abstracto, un cuadro donde lo particular se eleva a conclusiones de valor universal. Así, al concluir la lectura, el espíritu de la ciudad queda suavemente desvelado, sin recurrir a clichés ni estridencias, sino a través de la mirada contemplativa de un anciano flâneur, que encuentra en la aparente trivialidad de lo cotidiano la verdadera esencia de la vida parisina.
