En "Salvadora de Olbena", Azorín nos sumerge en un universo exquisitamente construido de realismo nostálgico e irónico. Publicada en 1944, esta novela se presenta como un artefacto literario que desafía las convenciones del melodrama romántico, brindando una experiencia de lectura matizada e introspectiva. Ambientada en la ficticia Olbena, un lugar en Castilla con conexión directa a Madrid, la obra es un estudio de la eternidad enclavada en la cotidianidad, un espacio donde los matices del tiempo y la memoria cobran vida propia.
La narrativa se despliega a través de una estructura cíclica, donde el tiempo parece detenerse, permitiendo que los recuerdos y las emociones no resueltas de los personajes floten en un limbo perpetuo. La historia se centra en Salvadora, una figura emblemática que encarna la esencia de la "Castellánida", un término que Azorín utiliza para describir sus personajes femeninos llenos de simbolismo y profundidad. Junto a ella, figuras como Valdecebro, Ardales y el doctor Casal enriquecen este microcosmos con sus propias historias y perspectivas.
Azorín, con su aguda ironía, desmonta los clichés del melodrama al presentar dos historias de amor que nunca llegan a concretarse. En lugar de finales felices, el autor nos ofrece una reflexión sobre la permanencia y la belleza de lo efímero. El clímax de la novela se revela a través de una encuesta que el narrador realiza entre los personajes, quienes aportan versiones contradictorias sobre el pasado de Salvadora y su relación con Juan Pimentel. Estas narrativas múltiples no solo enriquecen la trama, sino que también subrayan la complejidad y la subjetividad de la verdad.
La técnica narrativa de Azorín evoca la influencia de Eugenio d'Ors y su estilo estático y emblemático, al tiempo que integra elementos cervantinos mediante relatos autónomos que complementan la historia principal. En capítulos como "El buen jardinero" y "El poeta Silvestre", Azorín utiliza su estilo característico para explorar temas de realismo nostálgico e irónico. Incluso se permite parodiar obras clásicas, como "La Celestina", a través de personajes como María Rodríguez, quien actúa como una Anticelestina, subvirtiendo las expectativas románticas tradicionales.
En "Salvadora de Olbena", Azorín captura la esencia del romanticismo sensato, donde el realismo se entrelaza con una visión romántica del utilitarismo y la aceptación del paso del tiempo. La novela es un homenaje a la espiritualidad práctica de figuras históricas como Santa Teresa, reflejada en la naturaleza de Salvadora y su mundo. Con su aguda visión y su estilo distintivo, Azorín nos invita a una exploración literaria enriquecedora y profundamente humana.